¡Hola a todos! En primer lugar gracias a mis amigos por acompañarme en el inicio de este blog y gracias a otras personas que me apoyan con esto (sobre todo por ti). Todavía queda mucho trabajo por hacer pero veo que todo marcha bien.
En esta entrada voy a publicar una pequeña introducción a una novela que está escribiendo un amigo mío. En mi opinión la historia tiene mucho gancho y cuando la acabe merece la pena que la leáis completa. Sin más, os dejo con su texto:
Redactado por Lechugo:
Bueno, durante estos últimos meses he estado trabajando en una historia, que en principio empecé a mano, pero que ahora escribo en el Word, simplemente por flojería y vaguismo. Voy por rachas, algunas semanas me da por escribir cinco carillas del tirón, otras escribo sólo un párrafo, según esté inspirado o centrado. Para la creación de esta historia estuve dándole vueltas al coco, hasta que apareció la idea general, pero también han influido los videojuegos, la tele, libros, cómics, o inspiraciones espontáneas. Poco a poco, en mi cabeza, he ido creando el hilo, los personajes, y la historia de cada uno.
Hace unos días un buen amigo mío me comentó que estaba trabajando en un blog, así que le pedí que me hiciera el favor de hacer propaganda de mi “trabajo”. Si la cosa sale bien, creo que acabaré llevándola a un concurso, pero ahora todavía estoy trabajando en ella, aunque ahora un poco menos, por tanta playa y tanta familia.
Durante el transcurso de la novela, he ido añadiendo canciones que en ese momento se me vinieron a la cabeza, y que en el interior de ésta sonaron como perfectas soundtracks para ese preciso momento. Por eso pido que aunque el estilo no sea el tuyo, o tengas rabia a ese grupo, o incluso andes sin querer oír música, la escuches, porque cuando estás viendo una película, en los momentos de las canciones, ¿tú le das al mute? Espero que no, porque si así es me caigo con todo el equipo. Pues mi historia es similar, tú visualízalo todo en tu cabeza como una película, con banda sonora incluida. Es más, te pido que imagines la voz del personaje, que leas despacio y poniéndote en su piel, metiendo la cabeza de lleno en el libro o, por ahora, en el PDF.
El “libro” se desarrolla siguiendo la estructura de varias mini-historias, con personajes distintos, pero siguiendo la misma línea. Por ahora llevo 4 capítulos, de unas 30 carillas cada uno, pero todavía tengo que editarlo y corregirlo, por el exceso de faltas de ortografía y de expresión. Espero que os guste, y aquí os dejo un pequeño fragmento del inicio de esta historia tan loca. Para acabar ya, quería darle las gracias por enésima vez al administrador por permitir que pueda hacer “publi” de mi historia, ya que llevo escribiéndola durante varios meses y si puedo, pienso publicarla en un concurso. Aquí dejo una canción con la que quiero cerrar esta breve sinopsis, una canción que le viene al pelo a la historia.
Lechugo
1- Micro onda
Como cualquier otro día de trabajo, Carlos se encontraba en su escritorio, somnoliento y concentrado en el reloj de pared, deseando que llegasen las siete de la tarde de aquel caluroso jueves veraniego, lo que indicaba el fin de la jornada laboral en la tienda. Solía estar papando moscas, interrumpido de vez en cuando por alguna señora que alzaba la voz y se reía de forma escandalosa con los chistes de Peláez, el vendedor perfecto... Carlos veía cómo el imbécil vendía el tercer televisor en lo que llevaba de jornada, y él en cambio no llevaba ni una mísera radio portátil. Estaba demasiado cansado para levantarse de su puesto de trabajo, de su silla cutre, para dirigirse a una abuelita y encasquetarle un cacharro que apenas usaría en lo que le quedara de vida. Sinceramente, le parecía una chorrada. A sus 19 años apenas había logrado labrarse un buen porvenir, y aquello no tenía pinta de mejorar aunque acabara los estudios en la universidad. Al final, tanto rollo de estudiar en el tecnológico para acabar trabajando en una tienda de aparatos electrodomésticos en pleno centro de Madrid Capital.
- ¡Eh! ¡Venga coño! – alzó la voz Peláez - Muévete aunque sea para aparentar que trabajas, que como te pille el encargado va a pegarte un buen bocinazo. Yo ya he vendido tres teles y un “frigo”, y tú nada... No has vendido nada, nada, naaada... Yo ya te he avisado, allá tú… Naaada... - el imbécil se alejaba mientras repetía “naaada” de forma melódica.
Peláez vacilaba de su habilidad para mentir y engatusar, considerándose el héroe de la oficina; y es que en realidad lo era. Carlos era el villano, el antihéroe... o simplemente nada. Un adorno decorativo de la tienda. El que no vendía nada, el vago, pero aun así seguía recibiendo milagrosamente un sueldo decente.
El “Héroe de la Oficina” entró en la trastienda, y un fuerte olor a cerrado golpeó a Carlos en las fosas nasales. Se acercó a una neverita y cogió una porción de pastel Oreo que había hecho la tarde anterior la amada de Carlos, Alicia la reponedora; Peláez metió el pastel en el microondas, poniéndolo en tres minutos justos. Una luz amarillenta se encendió en el interior, seguida de un leve zumbido.
- A ver cuándo te la ligas, ¿eh? – Gritó desde la trastienda - ¡La vas a gastar de tanto mirarla! Ya me enteré de que te rechazó... bueno, más suerte la próxima vez, pero como no te des prisa... a ver si al final te la voy a pinchaar... - acto seguido empezó a reírse. Viendo el panorama, a Carlos le entraron ganas de matarlo allí mismo.
Y encima, sabiendo que ya le había rechazado, seguía con el recochineo. Esas risas sobraban, sobraba todo, hasta él. Ella era tan hermosa... La veía allí entre los estantes de radios portátiles sudando, tragando polvo, pero a él le daba igual, siempre la veía guapísima.
De fondo se escuchó la campanita del “micro” y acto seguido un sonido de desplome en la trastienda, como si se hubiera caído un saco de patatas. A Carlos le importaba una mierda lo que hubiera pasado, no iba a fregar ni recoger nada que hubiera tirado el soplanucas de Peláez; seguramente habría sido la percha de los abrigos; como le hubiera manchado la chaqueta militar... se iba a enterar. Él seguía embobado con los cabellos dorados color trigo de la reponedora, admirando cómo se balanceaban en el aire mugriento de las estanterías del fondo.
A los pocos minutos, Carlos se levantó para tomar un poco de agua helada. Allí estaba ella, justo delante. Llevaba puesto un vestido blanco, y él la veía con un resplandor rosado alrededor, en un campo de hierba verde, con un sol idóneo. Se cogieron de las manos y se abrazaron; tan fuerte que incluso podían sentir los latidos el uno del otro. Se volvieron a separar, y en el retroceso tropezaron con algo mullido. El adolescente despertó de su sueño en aquella trastienda gris, con la luz de los fluorescentes estampándose contra su cara y tirado en el suelo de baldosines de color verde oscuro. Había tropezado con el mentiroso compulsivo de Peláez, que estaba tumbado en el suelo a su lado. Se iba a cagar en toda su puta madre... pero de repente todos sus impulsos de odio se esfumaron cuando enfocó su vista a la cara del héroe de la oficina, dando un bote que hizo rechinar sus dientes. Enseguida la cara de Carlos adoptó una expresión de pavor, y rápidamente apartó sus piernas del mullido cuerpo del súper-vendedor, que tenía los ojos rojos e inflamados con las pupilas dilatadas y la boca abierta. Su mano derecha todavía tenía congelado el gesto de ir a apretar el resorte de la puertecita del microondas. Allí estaba tieso como la mojama, con ese chaleco rojo del uniforme y enseñando sus dientes perfectos de haber usado ortodoncia en la adolescencia.
“¿Habré sido yo? Joder, nunca lo he dicho en serio, era solo por despecho. Al pobre le ha dado una descarga, o un bajón de proteínas, algo… pero no he sido yo, estoy seguro. ¿O sí he sido? Joder... ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué he hecho para merecer esto?... ¿No venderle una tele a una anciana?”